Entrevista a Manuel (residente en Roger de Llúria 42), por Fabiola (Atipus)
El edificio donde se encuentra Casa Llimona, un pequeño hotel del que hemos creado la identidad, guarda mucha historia. En una conversación con Manuel uno de sus residentes más antiguos nos cuenta sobre su vida en el edificio, la evolución del barrio y la huella artística que dejaron sus habitantes.
Con 88 años viviendo allí, es el mejor testigo de la transformación del lugar.
F:
Vamos a comenzar hablando un poco del hotel y su conexión con la historia del barrio. ¿Cómo ha visto que han cambiado tanto el edificio como la zona con el paso de los años?
R:
Ha cambiado la vida, es muy diferente. Mira, de aquí, de la portería, salió una de las primeras excursiones que hizo el centro excursionista catalán. Antes esto era más familiar. Y antes el barrio era diferente: había panaderías, lecherías, ¡hasta vacas en las lecherías! Ibas a buscar tu leche ahí.
F:
¡Qué interesante! Y más allá de la vida diaria en el edificio, ¿había algún evento o tradición especial que recuerde de esos tiempos?
R:
Recuerdo que por Reyes, oías a los caballos en los adoquines, y pensabas que ya llegaban con los juguetes. Oías el ruido de las patas y te hacía ilusión. En mi casa dejábamos los calcetines colgados en la chimenea y al día siguiente estaban llenos de caramelos y juguetes.
F:
Ahora que mencionamos la vida en el edificio, me gustaría hablar de algunos de los personajes que vivieron aquí. Sabemos que los artistas modernistas Joan y Josep Llimona estuvieron en este edificio. ¿Qué puede contarnos de ellos?
R:
Sí, sí, aquí vivieron los hermanos Llimona. Uno era escultor y el otro pintor. Tenían su estudio en la planta de arriba. El escultor, imagino que tenía que subir las piedras por el ascensor. Mi padre, que era arquitecto, conocía la casa bien. En casa teníamos doble altura en el techo para que entrara más luz, porque ahí trabajaba el pintor.
F:
¿Y su familia tenía alguna relación con ellos o con otros vecinos del edificio?
R:
Mis padres quizá sí. Porque hicieron obras en el edificio. Ellos vivían en la planta de arriba y abajo tenían el estudio. Mi madre también pintaba, aunque más como aficionada. Hacía cuadros pequeños, a veces de santos o paisajes, y la verdad es que le salía de maravilla.
F:
Ahora que mencionamos a su padre, ¿cómo influyó el hecho de que fuera arquitecto en su vida en este edificio?
R:
Mi padre era arquitecto, sí, y él se encargó de las obras en nuestra casa. Teníamos una zona con techo doble, que permitía que entrara más luz por los lados. Para él, la localización del edificio era perfecta. Estaba contento con la ubicación, aunque nunca le pregunté qué pensaba del edificio en general.
“En casa teníamos doble altura en el techo para que entrara más luz, porque ahí trabajaba el pintor.”
F:
Y a lo largo de los años, ¿cómo ha sido para usted vivir aquí? ¿Qué cambios ha notado en la estructura del edificio?
R:
Bueno, cuando el banco compró el edificio, subieron una planta y cerraron los patios con cristalera, lo cual fue una mejora.
F:
Me imagino. ¿Cómo fue esa época cuando el edificio comenzó a transformarse?
R:
Antes de eso, el edificio tenía otro ambiente. Era más familiar, y se respiraba una cercanía entre vecinos.
Cerramos esta conversación volviendo al principio: un lugar lleno de historia y vida compartida. Con nuestro trabajo junto a Casa Llimona hemos buscado rescatar esa esencia, honrando el pasado mientras imaginamos el futuro.
Aunque no sabemos cuál será su legado, revisitar estas memorias nos ha permitido conectar con lo que fue, para seguir construyendo lo que vendrá.
Atipus
Comunicamos desde un enfoque estratégico, a través de un diseño conceptual y claro.
Vemos cada proyecto como un desafío y una oportunidad e intentamos dar con la idea y solución visual que mejor lo exprese.
Creemos en el diseño conceptual, simple y creativo.