Un diálogo con Anaïs Manobens (Maria Rigol Ordi), por Ivan Olmos
Anaïs Manobens encarna la continuidad de una herencia familiar que, a través de cuatro generaciones, ha sabido transformar la pasión por el vino en un homenaje al territorio. Al frente de la bodega Maria Rigol Ordi, refundada en los años ochenta por su abuela con la ambición –o la nostalgia– de recuperar una tradición vitivinícola casi perdida, Manobens combina la sabiduría del pasado con una apuesta valiente por el futuro.
En esta entrevista, descubrimos cómo este proyecto familiar nacido en Sant Sadurní d’Anoia se ha hecho un hueco en un mercado altamente competitivo, gracias a la calidad de sus cavas, la fidelidad a las variedades autóctonas y un lenguaje visual único, siempre movidos por el deseo de desestacionalizar el cava para reivindicarlo como un vino gastronómico de gran versatilidad.
I:
Remontémonos a los inicios. Tu abuela, Maria Rigol Ordi, emprendió en los ochenta la aventura que todavía hoy conserva su nombre. ¿Qué la impulsó?
A:
Ella quería retomar allí donde se había perdido la tradición iniciada por su abuelo a finales del siglo XIX, movida también por la herencia de su madre, quien tuvo que ponerse al frente de la bodega, una de las más antigua del pueblo, tras la muerte de mi bisabuelo. Fue muy valiente: se quedó con cuatro hijos a su cargo y una bodega con unos cincuenta trabajadores, liderando un negocio en un mundo muy masculinizado.
En la década de los setenta, los hermanos de mi abuela estaban al frente de la bodega familiar, pero sufrieron una fuerte crisis debido a la mecanización del sector y a las dimensiones reducidas del negocio. Finalmente, la bodega se disolvió.
Años más tarde, y con la vida profesional ya montada, mi abuela enredó a mi abuelo y a mi padre para recomenzar el proyecto con modestia, haciendo únicamente cuatro botellas en la bodega natural de su casa, pensando en el cava que ellos querían beber y en mantener la herencia y la tradición familiar. Allí, donde estamos ahora, tenían las condiciones óptimas para hacer crianza.
I:
¿Cuándo decidisteis dar el gran salto? ¿Qué os llevó a profesionalizar el proyecto familiar?
A:
Eso fue hacia 2012 o 2013. Desde 1987, fueron creciendo entre círculos de amigos, familiares y conocidos; es decir, gente que venía a llamar a la puerta. Hasta que llegaron a hacer unas 30.000 botellas; yo me sumé entonces. Venía de otro sector, el de la traducción y la interpretación, mucho más solitario, y empecé a trabajar desde el despacho familiar, como si fuera un coworking. De manera natural, fui entrando en el proyecto. A medida que mis abuelos se hacían mayores, comencé a ver lo que era una afición con una mirada más madura. Me di cuenta que era un mundo muy bonito, y también empaticé con el sentimiento de nostalgia que había motivado a mi abuela.
En ese momento, el consumo de vinos y cavas también estaba cambiando. Los clientes ya no consumían un único producto de forma fiel, sino que querían probar cosas diferentes. Por lo tanto, o salíamos y empezábamos a llamar a puertas para situarnos en el mercado o dejábamos de existir. Así fue como decidimos enfocarnos en el mercado especializado: tiendas gourmet, restauración de nivel medio-alto y otros canales en que una bodega pequeña como la nuestra puede destacar.
I:
¿Ha sido un camino fácil?
A:
Para nada. Hace treinta o cuarenta años, algunas bodegas iniciaron proyectos similares cuando el mercado no estaba tan atomizado y no había una oferta tan amplia. Especialmente en el cava, que es muy marquista y de “sota, caballo, rey”, lograron cubrir un nicho: el mercado absorbía una demanda de consumidores que buscaban salir de lo clásico y probar proyectos más frescos. Hoy en día, el panorama es otro y diferenciarse es complicado. Además, han habido muchas adversidades en los últimos diez años. Hemos pasado por un COVID y, antes de eso, salíamos de una crisis económica. No hemos vivido nunca una época de vacas gordas, pero estamos contentos. El proyecto ha ido dando sus frutos. Quizá internamente percibimos que la rueda no gira tan deprisa como querríamos, pero el feedback es muy positivo.
I:
¿Siempre ha sido primordial para Maria Rigol Ordi ser una bodega pequeña?
A:
En el mundo del cava, las decisiones que tomas hoy tienen resultados visibles años más tarde. Por ejemplo, en un gran reserva, el retorno puede ser en siete u ocho años. Este funcionamiento anacrónico contrasta con la inmediatez del mundo actual, como el de Amazon, en que todo se entrega en horas. Nosotros trabajamos con una filosofía de crecimiento orgánico y lento, equilibrando las grandes inversiones que hacemos con la producción y lo que vendemos. No aspiramos a hacer millones de botellas, pero el decalaje temporal de las crianzas largas es un reto.
“A medida que mis abuelos se hacían mayores, comencé a ver lo que era una afición con una mirada más madura. Me di cuenta que era un mundo muy bonito, y también empaticé con el sentimiento de nostalgia que había motivado a mi abuela. ”
I:
Sois el espejo del territorio.
A:
Trabajamos con variedades autóctonas del cava, como el xarel·lo, el macabeu y la parellada, que forman la base de nuestros cavas. Priorizamos el proceso tradicional, con la segunda fermentación y la crianza en la botella, que aportan personalidad y carácter a nuestros productos. También nos define el trabajo en brut nature, sin añadir licores de expedición. Esto permite que el carácter puro del vino, junto con una buena materia prima y un proceso muy cuidado, hable por sí solo. Creemos que no hace falta maquillar un producto que ya ha pasado por tantos años de paciencia y transformación.
I:
¿Cuál es vuestra propuesta en un entorno tan competitivo como el vitivinícola?
A:
Nos concentramos en lograr una vinosidad que surge del tiempo y de la crianza; es decir, transformamos un vino tranquilo en un vino espumoso con carácter, capaz de mostrar la complejidad y la personalidad propias de un gran cava. Este punto ligeramente amargo del brut nature es sutil y no invasor, pero ayuda a salivar, limpia el paladar y prepara para el siguiente bocado. Esto, combinado con la finura de la crianza, convierte nuestros cavas en vinos extremadamente gastronómicos, ideales para acompañar todo tipo de comidas.
I:
¿Hemos entendido mal el vino espumoso?
A:
En un menú degustación, por ejemplo, los espumosos son perfectos porque permiten hacer transiciones entre sabores y texturas muy diferentes, manteniendo el equilibrio del paladar. Pero no solo en ocasiones especiales; también en casa, los cavas son increíblemente versátiles. Puedes empezar con una copa mientras cocinas, continuar con el aperitivo, acompañar durante toda la comida e incluso disfrutarlo en la sobremesa. A pesar de esta versatilidad, todavía hay que hacer mucha pedagogía. Muchos consumidores ven el cava como una bebida para el brindis final, a menudo cuando ya han comido en exceso y no pueden apreciarlo. Eso es un gran error. Es importante educar al mercado sobre los momentos óptimos de consumo del cava y posicionarlo como un vino gastronómico de calidad.
I:
¿Cómo es tu día a día al frente de la empresa?
A:
Mi día a día implica gestionar múltiples tareas, desde trabajos manuales como preparar palés o cargar con el toro hasta decisiones más estratégicas. A menudo apago fuegos y ejecuto acciones urgentes, lo que me deja menos tiempo para planificar con calma y pensar a largo plazo. Una de mis prioridades es fomentar que pasen cosas, impulsar ideas y asegurarme de que el equipo pequeño con que trabajamos esté bien coordinado. Al mismo tiempo, dedico mucho esfuerzo a desestacionalizar el consumo del cava.
I:
¿Hacia dónde camina (o querrías que andara) Maria Rigol Ordi a medio-largo plazo?
A:
A largo plazo, nuestro reto es establecer colaboraciones sólidas tanto con distribuidores nacionales como con importadores internacionales para crecer de un modo sostenible. Esto es especialmente importante teniendo en cuenta el gran decalaje temporal de nuestro sector, en que las decisiones tomadas hoy darán resultados en muchos años. Mi objetivo final es lograr un equilibrio que nos permita consolidarnos y crecer orgánicamente, a pesar de las tensiones y las dificultades que suponen las grandes inversiones que hemos hecho.
“No hace falta maquillar un producto que ya ha pasado por tantos años de paciencia y transformación. ”
I:
La apuesta por la calidad y el diseño de Maria Rigol Ordi pasa, también, por el packaging. Recientemente, y de la mano de Atipus, habéis rediseñado la imagen del gran reserva. ¿Cuál era vuestro principio rector?
A:
Aunque queremos que el protagonista sea el contenido, el continente es muy importante para nosotros; y muy especialmente en un producto como el cava, que a menudo se utiliza en ocasiones especiales, como un regalo o un momento destacado. No solo se trata de si la etiqueta es o no bonita, sino que debe ser atractiva y coherente con los valores del producto. Esto es esencial para transmitir una imagen que genere confianza desde el primer momento.
Cuando empezamos a trabajar con Atipus, sabíamos que no solo necesitábamos un rediseño de producto, sino que era crucial crear una identidad de cero. Partimos del escudo de la familia, un elemento tradicional que se reinterpretó para adaptarlo a un estilo más moderno. El objetivo era combinar tradición y contemporaneidad, rompiendo con los códigos clásicos del cava, que no han evolucionado a tanta velocidad como en el sector del vino.
I:
¿Qué guió el proceso creativo, y cómo valoráis el resultado de esta colaboración?
A:
Un ejemplo de esta ruptura es la botella del Reserva, revestida de un color azul muy atrevido. Recuerdo, al principio, que nos pareció una propuesta arriesgada, pero Atipus nos hizo confiar en su visión. Entendieron que, como una bodega pequeña, debíamos destacar en una estantría llena de marcas muy conocidas. Lo consiguieron: el diseño no solo ha captado la atención, sino que también es reconocible y funcional para nuestros clientes.
A lo largo del proceso creativo, dimos mucha libertad a Atipus y confiamos plenamente en su trabajo. Decisiones como la del azul del Reserva o las etiquetas en diagonal han cumplido su función de diferenciarnos y hacernos memorables. Ahora, diez años más tarde, podemos afirmar que estas decisiones fueron acertadas y que el diseño ha jugado un papel clave en nuestra identidad posicionamiento.
I:
Si tuvieras que definir Maria Rigol Ordi en una palabra, o en tres…
A:
Paciencia, tradición y territorio.
Atipus
Comunicamos desde un enfoque estratégico, a través de un diseño conceptual y claro.
Vemos cada proyecto como un desafío y una oportunidad e intentamos dar con la idea y solución visual que mejor lo exprese.
Creemos en el diseño conceptual, simple y creativo.