Un diálogo con Jade Serra (Slow Studio), por Ivan Olmos

Crear con conciencia: la arquitectura como posibilidad

Jade Serra ha hecho de la arquitectura su manera de vivir: no tanto como una suma de materiales, superficies y normativas, sino como una herramienta para pensar y habitar mejor el mundo. Cofundadora del estudio Slow Studio junto a Víctor Vergés, la sostenibilidad es la columna vertebral de un proyecto que lleva más de quince años en marcha. Con una mirada radicalmente consciente, defiende una arquitectura que escucha: al cuerpo, al planeta, a las personas. Desde el estudio, pero también desde la investigación, la divulgación y el activismo, hace tiempo que cuestiona los ritmos y las lógicas del sector para abrir fisuras hacia otra manera de hacer.

En esta conversación, hablamos de transiciones —personales y colectivas—, de la esperanza en tiempos de crecimiento insostenible y de lo que significa mantenerse fiel a una visión sin caer en dogmas.

I:

Slow Studio ha evolucionado mucho desde sus inicios, desde la vivienda unifamiliar hasta proyectos de gran escala. ¿Hubo un momento en que sentiste que todo tomaba forma?

J:

Fue una transición planificada. Un día nos sentamos y dijimos: “Queremos cambiar de escala”. Trabajar con familias es muy bonito y emotivo —y aún lo hacemos—, pero como empresa resulta agotador. Una familia que construye su casa dedica toda su energía durante dos años, y cuando tienes estructura y equipo, implicarte al mismo nivel empieza a ser inviable y poco rentable. No era solo una decisión económica, sino también un reto profesional y una cuestión de coherencia. Estamos defendiendo una sostenibilidad radical, pero a la vez construyendo viviendas unifamiliares, que tienen un impacto brutal. No era consistente con nuestro discurso. Aun así, seguimos viendo este modelo como un laboratorio, un espacio de experimentación.

I:

¿Cómo ha cambiado tu manera de entender la arquitectura a lo largo del tiempo? ¿Siempre supiste que querías diseñar espacios para el bienestar de las personas?

J:

Tanto Víctor como yo somos personas muy empáticas. Slow es nuestra forma de vida. Ya nos conocimos compartiendo esa conciencia: el contacto con la naturaleza, con las personas. Con el tiempo, eso se ha intensificado —o simplemente le hemos puesto nombre. En 2006 hice un Erasmus en Finlandia, y allí ya se hablaba de cambio climático aplicado a la arquitectura, algo que en Barcelona apenas se mencionaba. Me di cuenta de que no tenía ningún sentido hacer arquitectura si no era en esa dirección. Empezamos a formarnos y entendimos que la sostenibilidad no era solo energía, sino también materiales, recursos, decrecimiento. Después del máster en Bioconstrucción que hicimos en 2015 en los Pirineos aragoneses, vimos claro que la sostenibilidad no es una inquietud: es una necesidad. Por eso creamos Slow Research, para amplificar ese mensaje. Y también el activismo: damos charlas, ofrecemos formación, participamos en grupos de acción climática… Es una parte esencial del proyecto.

I:

¿Dirías que vuestro discurso es “radical”?

J:

He dicho “radical”, pero no en el sentido de ir a contracorriente. Diría más bien que es radicalmente consciente.

I:

En tu día a día, tomas muchas decisiones que impactarán en la vida de quienes habiten vuestros proyectos. ¿Cómo se convive con esa responsabilidad?

J:

Desde el estudio piensas: “Haré todo lo que esté en mis manos según las necesidades del cliente”. Tenemos solvencia y experiencia, sabemos que podemos llevarlo a cabo. Evidentemente, hay negociaciones y tenemos que ceder en algunas cosas, pero en general obtenemos buenos resultados y mantenemos una relación muy buena con las familias. Ahora bien, últimamente he colaborado en concursos públicos como experta en sostenibilidad, y… ¡ostras! Cuando ves ciertas propuestas u opiniones, piensas: “¡Esto no se puede hacer! ¡Es inaceptable! ¿Cómo pueden seguir vigentes ideas tan arcaicas en arquitectura?”. Y es entonces cuando siento que tengo que gritarlo bien fuerte. Me genera mucha frustración

“Empezamos a formarnos y entendimos que la sostenibilidad no era solo energía, sino también materiales, recursos, decrecimiento”

I:

¿Qué es “inaceptable” en arquitectura, hoy en día?

J:

 No nos gusta criticar a otros estudios. Preferimos centrarnos en hacer divulgación y en difundir una idea muy clara: el bioclimatismo es el único camino posible, y debemos recorrerlo juntos.

I:

Apostar por una arquitectura pausada y sin concesiones es ir a contracorriente —aunque cada vez menos. ¿Cómo se gestiona el equilibrio entre mantener la esencia y adaptarse al contexto del sector?

J:

Que cada vez sea más habitual es fantástico, porque significa que la industria evoluciona, los costes bajan y todo resulta más viable. Nosotros estamos en el siguiente nivel: construyendo edificios plurifamiliares de la mano de un promotor con quien compartimos una gran conciencia ecológica y social. Estamos articulando una operación de autopromoción comunitaria: se compra un terreno, treinta familias construyen allí su vivienda y lo hacen a precio de coste. Eso supone un ahorro del 30% y una respuesta real a la crisis de la vivienda. También estamos trabajando con prefabricación a gran escala, para que todo el edificio sea de madera, y al mismo tiempo promoviendo la concienciación de los compradores: hacerles entender que pueden vivir en una vivienda sin climatización, con más confort y menos consumo.

I:

La revolución arquitectónica será verde o no será. ¿Estamos avanzando o es un horizonte utópico?

J:

Se avanza, pero demasiado lentamente —como en todos los ámbitos del activismo climático. En una conversación con uno de los autores de la nueva Directiva de Eficiencia Energética de la Unión Europea, me decía: “He aprendido que es difícil girar el timón cuando vas en un transatlántico”. Y ahora empiezo a entenderlo. Se trata de llegar tan lejos como puedas con tu lancha, y asumir que, de vez en cuando, habrá pequeñas victorias… y grandes retos.

I:

¿Es desalentador?

J:

No tanto desalentador, como un baño de realidad. Seguiré luchando, hasta el último momento.

I:

Habéis trabajado con Atipus en momentos clave de Slow Studio. ¿Qué ha sido lo más interesante de trasladar vuestra visión al diseño gráfico?

J:

Con ellos todo ha fluido desde el principio. Nos preguntábamos: “¿Cómo puede ser todo tan fácil? ¿Cómo nos entienden tan bien?”. Aunque son un estudio de diseño que no tiene nada que ver con nosotros, conectan muchísimo con lo que somos y lo traducen de forma limpia, clara, precisa. Su acompañamiento ha sido clave para mantener una relación sólida con nuestros clientes, incluso una vez finalizado su proyecto de vivienda. Desde el primer momento, su primera propuesta ya captó perfectamente lo que buscábamos.

I:

Compartes proyecto profesional y de vida con Víctor. ¿Alguna vez se acaban las conversaciones sobre arquitectura en casa?

J:

Cada uno gestiona un área del estudio: él lleva el día a día de los proyectos y la parte técnica; yo me encargo de la comunicación, la captación de clientes… También influyen la crianza y la conciliación, que han marcado mucho los ritmos y el reparto de tareas. Para nosotros, el trabajo es una extensión de nuestra vida. Lo sentimos como algo muy nuestro. No es tanto que hablemos de trabajo como tal en casa o en el coche, sino de proyectos que nos ilusionan e ideas de negocio que nos encantaría poner en marcha.

I:

Más allá de lo funcional y estético, ¿qué hace que un espacio sea inolvidable?

J

Hay una parte de bienestar físico y sensorial de la que no somos del todo conscientes, porque todavía hay muchos aspectos de nuestras emociones y percepciones que se están estudiando. Es esa sensación que tienes al entrar en un lugar y notar que todo está en equilibrio: la temperatura es agradable, el aire no está cargado, hay armonía visual, ves verde, estás conectado con la naturaleza… Es eso que te hace pensar: “Ay, qué bien, quiero quedarme aquí un rato, por fin he llegado”. Es difícil de medir, pero tenemos muchas herramientas para conseguirlo.

Snap with Jade

Un lugar al que volver siempre:

Menorca

Quién protagonizaría tu biopic:

Emma Watson, también activista climática

Tu miedo más irracional:

Los espacios pequeños y cerrados

Un título para esta entrevista:

“La sostenibilidad no es únicamente medioambiental”

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Emma Watson, también activista climática

Tu miedo más irracional:

Los espacios pequeños y cerrados

Un título para esta entrevista:

“La sostenibilidad no es únicamente medioambiental”

Un lugar al que volver siempre:

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