Un diálogo con Olivier Kraff (Le Petit Ballon), por Ivan Olmos
Del descorche al último sorbo: diseñar el placer de beber
La relación entre Olivier Kraff y el vino es casi accidental. Creció en Alsacia, entre viñedos y fiestas donde el vino corría sin medida, pero nunca fue su obsesión. Sí lo es, en cambio, diseñar la experiencia que empieza incluso antes del primer sorbo. Desde que aterrizó en Le Petit Ballon hace casi una década, una suscripción que acerca el universo vinícola a nuevos públicos, su cometido ha sido transformar la elección de un vino en un gesto natural, sin fricciones, para que lo único que importe sea el placer de descorchar, compartir y disfrutar.
En esta conversación, hablamos sobre cómo desafiar un mercado tradicional como el francés, su conexión con Barcelona y la adrenalina de trabajar con Atipus.
I:
Para quienes aún no conocen Le Petit Ballon, ¿cómo lo definirías en pocas palabras?
O:
Queremos democratizar el vino, abrir una puerta a quienes, alrededor de los treinta, empiezan a interesarse por este mundo. En España, y aún más en Francia, es común descorchar una botella en una cena con amigos y que surja la eterna pregunta: “¿Cuál abrimos?”.
Más allá de seleccionar vino, queremos contar la historia de quienes lo hacen. Es un producto con una carga emocional enorme: incluso la etiqueta influye en la percepción. Desde el primer sorbo. Conocer al viticultor que hay detrás puede cambiar la experiencia por completo. Esa es la magia del vino.
I:
Le Petit Ballon desafía las normas del vino en Francia. ¿Qué es lo que más te atrajo de este proyecto cuando te uniste hace una década?
O:
Yo no soy de vino. De hecho, el día en que me guste, probablemente perderé el interés en Le Petit Ballon. Lo que me motiva es ayudar a la gente a descubrir qué les gusta, a saber pedir en un restaurante o elegir en un supermercado; usando palabras simples. Me atrajo la posibilidad de desafiar un mercado que se resiste al cambio. Desde mi experiencia en publicidad, siempre he tenido claro que la clave es diferenciarse. Le Petit Ballon ya lleva 12 o 13 años en esto, y la innovación no es opcional.
I:
¡No eres de vino!
O:
Vengo de Alsacia, así que el vino ha estado presente en mi vida desde siempre. Crecí rodeado de fiestas del vino, con sus excesos incluidos, pero antes de llegar aquí no era algo que realmente me interesara. No soy de los que han construido toda su trayectoria alrededor de este mundo. En Le Petit Ballon ya hay muchas personas que saben de vino. Lo que me motiva es mirar hacia otras industrias y preguntarme cómo podemos aplicar esas ideas en este sector.
I:
Tu perfil combina estrategia, diseño y narrativa de marca. ¿Siempre tuviste claro que querías moverte en este cruce de disciplinas?
O:
Empecé como diseñador freelance. Aceptaba cualquier oferta para sobrevivir. Poco a poco, me fui adentrando en el marketing digital y en el branding y terminé descubriendo que lo que realmente me apasiona es construir experiencias de marca.
“Yo no soy de vino. De hecho, el día en que me guste, probablemente perderé el interés en Le Petit Ballon.”
I:
Vino y diseño: dos mundos con mucho de tradición y de ruptura. ¿Cómo vives esa dualidad entre Francia y España?
O:
España está diez años por delante de Francia. El mercado francés está muy ligado al territorio, a los “castillitos”, a reivindicar el origen, la tradición, la historia, porque eso genera confianza. El reto está en encontrar etiquetas atractivas, aunque lo importante es el contenido. Nuestro trabajo es recordar: “No juzgues un libro por su portada”. En el español, en cambio, hay más innovación, más libertad creativa; se comunica el vino de manera inmediata y emocional.
I:
Tu trabajo implica conectar con los suscriptores de Le Petit Ballon. ¿Qué te atrae de esta relación con el consumidor?
O:
Me encanta porque permite construir una relación real con los consumidores. Es como abrirles una ventana a algo nuevo en su día a día. No somos el Netflix del vino, pero me gusta pensar que, tras un día duro de trabajo, alguien llega a casa y descorcha una de nuestras botellas.
I:
¿Qué has aprendido sobre la gente a través del vino?
O:
No hay un vino que guste a todo el mundo, y hasta los sommeliers con los que trabajamos lo dicen. Lo más interesante de su trabajo, creo, es encontrar vinos para un perfil de persona, no para un gusto personal. Al final, ellos también trabajan con un brief, como nosotros: por ejemplo, “buscamos un vino para una barbacoa con gente de 20 a 40 años”, y su labor es encontrar la mejor opción para ese uso, no la que ellos elegirían.
I:
¿Dirías que puedes descifrar a una persona a través del vino que toma?
O:
Intentamos que así sea. Llevamos un par de años trabajando en un proyecto que, con ayuda de la tecnología, nos permite crear perfiles para recomendar el vino perfecto. La parte más aburrida del vino, sobre todo online, es encontrar el tuyo. Cuando compras zapatillas, puedes filtrar por colores o modelos, pero con el vino es diferente: te enfrentas a cientos de botellas sin saber por dónde empezar. Nuestro objetivo es simplificar esa elección, entender con pocas preguntas qué te gusta y qué no. Lo fascinante es que los gustos cambian con el tiempo, incluso a nivel biológico: las moléculas de tu saliva evolucionan, así que lo que no te gusta hoy podría encantarte en veinte años.
I:
¿Qué te trajo a Barcelona?
O:
Después de cuatro años en China y de viajar por todo el mundo, mi mujer y yo queríamos establecernos en Barcelona. Tenía mi propia empresa, pero sentía que me faltaba algo. Vi la oferta y me pareció un concepto genial. Lo más curioso es que el pueblo donde nací está a pocos kilómetros de la montaña Petit Ballon. Supongo que era cosa del destino.
“Lo fascinante es que los gustos cambian con el tiempo, incluso a nivel biológico: las moléculas de tu saliva evolucionan, así que lo que no te gusta hoy podría encantarte en veinte años”
I:
¿Cómo influye la ciudad condal en tu manera de ver el diseño, el consumo y la creatividad?
O:
Barcelona tiene una cultura del diseño brutal. Hay muy buenos diseñadores, desde el diseño gráfico hasta el interiorismo y la arquitectura. Hace años que me lo pregunto: ¿por qué?, ¿de dónde viene? Aún no tengo la respuesta.
I:
¿Cómo llegaste a Atipus?
O:
En un momento, Le Petit Ballon se planteó hacer su propio vino. Intentamos desarrollarlo internamente: el resultado era bueno, pero no excepcional. Buscábamos una agencia con experiencia en el mundo del vino, y así di con Atipus. Más allá del trabajo, valoro mucho la relación humana que hemos construido. Después de casi diez años, eso es lo que realmente queda.
I:
¿Qué te hizo pensar que encajaban con la visión de Le Petit Ballon?
O:
Nosotros queríamos desafiar el mercado francés, que es miedoso, y Atipus tenía una visión arriesgada desde Barcelona. Trabajar con ellos es como un rodeo: hay que agarrarse fuerte. Siempre van un paso por delante. El reto fue canalizar esa fuerza creativa en algo que pudiera funcionar en Francia con el toque justo de locura.
I:
Si pudieras lanzar cualquier producto sin restricciones, ¿qué harías con Le Petit Ballon?
A:
Me gustaría que elegir un vino tome el menor tiempo posible y que el placer de disfrutarlo sea máximo. Mi trabajo no es hacer vino, eso lo hace el viticultor; yo creo la experiencia: quiero facilitar la elección para que la gente pueda concentrarse en disfrutar del momento.
Atipus
Comunicamos desde un enfoque estratégico, a través de un diseño conceptual y claro.
Vemos cada proyecto como un desafío y una oportunidad e intentamos dar con la idea y solución visual que mejor lo exprese.
Creemos en el diseño conceptual, simple y creativo.